Quisiera compartirles mi perspectiva de los accidentes – desde los chiquitos (moretones, raspones etc.) a los grandes (golpes fuertes, caídas y fracturas).
Soy la primera en reconocer que un accidente casi siempre es desagradable. En general provoca mucho miedo en los adultos. Como padres y madres preferimos todos que nuestros hijos estén bien e intactos. Al mismo tiempo, es un hecho que los accidentes forman parte de la vida. A pesar de todas las precauciones que uno pueda estar tomando, van a seguir pasando – independientemente de lo que uno quiera.
Mi proyecto de educación autodirigida, Explora ALC, es un Agile Learning Center (o Centro de Aprendizaje Ágil en español), y como tal compartimos la filosofía de todos los ALCs: confiamos en la capacidad de los niños de saber lo que necesitan y de tomar las decisiones necesarias para poder desarrollar sus intereses sin restricciones y/o imposiciones de los adultos. Esto se basa en investigaciones científicas que demuestran que los niños que tienen el derecho de explorar libremente su entorno, tomando riesgos, empujando sus límites físicos, mentales y emocionales, se vuelven más capaces y menos temerosos de adultos – en comparación de los que no tienen esas mismas oportunidades.
Esto implica que, en un ALC, los adultos siempre trabajamos para poder apoyar a un máximo a los niños en sus deseos de realizarse, sin estar constantemente detrás de ellos. Eso, a su vez, significa que, si no se trata de riesgos que puedan poner en peligro la vida y/o la psique del niño, sí los apoyamos en sus exploraciones porque sabemos todas las ventajas y beneficios que eso genera en ellos – a pesar de que a veces se puedan lastimar. Y sí se lastiman (en o fuera de Explora). Sin embargo, tenemos también límites, y hay actividades que sí consideramos de alto riesgo y por lo tanto no-negociables: irse solos a la playa; salirse sin avisar a donde van; subirse al barandal de la terraza; insultar o lastimar a otro; y no respetarse a sí mismos.
Queremos siempre que los niños estén bien, pero sabemos que no los podemos proteger del resultado de explorar su curiosidad y ganas de vivir experiencias nuevas. Las investigaciones también demuestran que los niños aprenden mucho de los accidentes y le sacan un provecho que se les queda como enseñanzas que les sirven en el futuro: como por ejemplo superar un miedo; resolver un lío en el cuál se metan; o reconocer que cuando estén cansados sean conscientes de sus propios límites.
Mis facilitadores y yo nunca nos vamos a imponer ante los niños y decirles lo que sí o no puedan hacer de la manera convencional, limitándoles así su libertad. Sería ser incongruentes con todo el proyecto de Explora y los fundamentos de los ALCs.
Creé Explora para apoyar el desarrollo de los niños – aun cuando eso incluye hacer cosas un poco peligrosas como trepar una barda o un árbol, hacer una fogata etc.: siempre y cuando el niño se respete a sí mismo y respete a los demás.
Cuando un accidente sí sucede, platicamos con el niño o niña para reflexionar sobre lo que pasó, porque existe una oportunidad de aprender mucho sobre el accidente que sufrió. De ahí surgen decisiones de parte del niño o de la niña de cómo quiere él/ella manejar ese tipo de situaciones en el futuro.
Vemos que los niños sí crecen mucho más cuando, en vez de prohibirles experiencias vitales de la vida, tienen la oportunidad de tomar sus propias decisiones y luego hacerse responsables de las consecuencias – todo siendo apoyados por adultos a quienes les importa el bienestar de cada uno de ellos.
Y recuerda: al prohibirle algo a tu hijo o hija, no significa que no lo vaya a hacer. Es más que probable que sí lo haga de todas maneras – sólo que no te lo va a compartir.