Tienes prisa porque una reunión te espera y tus hijos necesitan ir a la escuela. Ya les dijiste varias veces que se preparen para salir, pero siguen jugando y al llegar el momento todavía no están listos. A pesar de haberte prometido que mantuvieras la calma, terminas gritándoles. Uno empieza a llorar y el otro te dice que eres el peor papá del mundo. Te invade una sensación de culpa que no logras quitarte durante el resto del día.

Están todos reunidos para una comida en familia, y tu hija de cuatro años quiere comer parada en la silla mientras sus primos de la misma edad se comporta como mini adultos. Intentas explicarle a tu hija que es peligroso y que necesita sentarse, pero no te hace caso sino empieza a medio bailar en su silla. Tu mamá te lanza miradas, y tu suegra dice que los niños deben aprender a obedecer y que así no educaba ella a su hijo. Te sientes cada vez más presionada, y le suplicas a tu hija que por favor se siente, pero sigue sin obedecerte. De repente, en medio segundo te sube la rabia y le dices muy enojadamente que si no se sienta inmediatamente ya no habrá postre. Te contesta que no le importa, pues sin pensar le das un sape. Empieza a llorar y te sientes como un fracaso de madre, y te preguntas por qué tu hija no se puede comportar como los demás niños.

Tu adolescente llega a las once de la noche a pesar de que le dijiste que tenía que estar de regreso a más tardar a las diez. Le estuviste marcando pero nunca te contestó, pues tu preocupación ya se volvió enojo y le dices que puesto que no respeta los acuerdos en tu casa, ya no puede utilizar ni computadora ni tablet durante una semana, y aprovechas para confiscar su celular. Tu adolescente te grita que eres injusta, que te odia y que no te quiere ver nunca más, azotea la puerta y se encierra en su cuarto. Desde el otro lado de la puerta escuchas como está tirando sus cosas. No sabes qué hacer y sientes un desempoderamiento total. 

Tú sabes que tu hija es inteligente, creativa, con mucha creatividad y toma de iniciativa, pero en la escuela la tachan de floja, cero colaborativa, metiche, preguntona, y la tratan como “un elemento disruptivo”. Tú la ves cada vez más infeliz, desempoderada y empezando a dudar de sus capacidades. No quiere hacer las tareas porque necesita jugar, y la verdad tampoco quiere ir a la escuela porque siente que no aprende nada importante y relevante para su vida, y no le gusta como la tratan los maestros. Tú te preguntas qué paso con tu hija tan plena y viva. ¿Adónde desapareció? Empiezas a cuestionar la escuela, pero te sientes muy sola en tu reflexión y bastante perdida. Sin educación formal, ¿qué será de ella? Y si se pudiera hacer una educación libre sin escuela, cómo sería?